Un paseo entre el dibujo, la pintura y un más allá

2009

Centro de Arte Joven, Madrid


Comisariada por Virginia Torrente








Un paseo entre el dibujo, la pintura y un más allá

Virginia Torrente


Cuando parecía que hemos matado la pintura tantas veces, qué gusto da conocer un artista joven que vuelve a la investigación por los bordes, los límites y el núcleo duro de la pintura, que reinterpreta el acto de pintar y le da la vuelta, convirtiéndola en algo tridimensional, dislocando sus elementos básicos.


Un trabajo más allá de la superficie plana, transformando la pintura en un ente tridimensional, multidisciplinario, ¿es pintura? ¿es escultura? ¿es instalación?

Rompiendo las normas entre las disciplinas mencionadas, las pinturas realizadas por Guillermo Mora se quiebran para transformarse en otra cosa, creando referencias cruzadas que marcan las similitudes y las diferencias entre las disciplinas mencionadas. Imágenes construidas, organizadas en formas geométricas, meticulosamente realizadas, cortadas a mano, limpios bloques de color estructurados en capas.


¿Piensa el artista en dos ó en tres dimensiones? El autor crea y el espectador ve a partir de esta disociación. Y quiere que contemplemos estas piezas como un paisaje resultado de las ruinas de una especie en extinción –dicen-: la pintura,  creada y destruída por él mismo.


Mora trabaja con los interrogantes fundamentales de la creación, renovando los soportes tradicionales, sobre este nuevo diálogo entre la obra pintada y el espacio que ocupa. ¿Pintura-objeto le podríamos llamar?  La pieza de arte como herramienta, estudiando sus significantes tradicionales, y a través del error, Mora encuentra un nuevo camino tridimensional.


En un cruce de fronteras de los soportes mencionados, Mora se centra en los problemas clásicos: el hueco y el lugar ocupado, la apariencia real y la imaginaria, el color y su proyección espacial, en definitiva, los derivados posibles de la pintura en tres dimensiones, donde el juego es pieza clave de la  experimentación.


Sus trabajos son resultado una reflexión diaria, que de una cosa llevan a otra en un ejercicio constante en el estudio, construyendo y rompiendo día a día, generando una poética a través de un saber representar en el espacio, utilizando la pintura y los materiales que acompañan a ésta en el cuadro de todas las maneras posibles, convirtiéndose así en objetos que toman nuevas posiciones en el lugar de exposición, y nos enseñan una nueva mirada sobre algo conocido: el tránsito pictórico es un recorrido sin fin, y así Mora prueba que no todo está ya experimentado.


Atrapacielos son 10 cajas-cubos dispuestos sobre una mesa, rellenos de pintura comprimida que intenta escaparse por sus 6 lados abiertos, sin conseguirlo. Estos recipientes están hechos con pequeños bastidores de madera, y son metáfora de la obra de Mora: la pintura se derrama por otros vericuetos desafiando su lugar, su cauce y su soporte normal.


La serie de piezas tituladas Mensajes nos mandan señales desde la pared, palabras compuestas por elementos relacionados con la pintura, diseccionados hasta ser casi irreconocibles y reconvertidos en esculturas, a modo de alfabeto o abecedario básico.


Rollos de lienzo que envuelven un bastidor, nos recuerdan de alguna manera a los neones de Dan Flavin y una vez más, dejan de ser pintura. A pesar de estar compuestos con la materia que construye un cuadro, su disposición en el espacio también se aleja de la pintura formal, para acercarse a la escultura y la instalación. Estas piezas enlazan con los Dulces Rothkos, en referencia al gran artista, experimentos de pintura casi táctil de vibrantes colores. El guiño a los grandes maestros de la pintura americana continúa en la pieza titulada Ordenando el cielo con Donald, que muestra los pequeños sándwiches de lienzo de donde la pintura derrama por sus bordes, perfectamente presentados al modo que Donald Judd instalaba sus esculturas de pared.


La obsesión de Mora por los pequeños formatos es obvia. A este gusto se suma el del color, el del contraste de materiales blandos y duros, lo comestible, lo masticado y escupido. Bricolage, multiherramienta, juego, experimentación y estudio son palabras que han salido de la boca del artista en las visitas a su estudio: apilación y acumulación nos llevan a un intenso paseo más allá de la pintura –y del lienzo y del bastidor.


Hay una serie de trabajos experimentales que se han quedado en el estudio del artista y son construcciones y destrucciones en papel, ensayos de lo que luego sucede con lienzos y bastidores, muy elocuentes de este trabajo de recorta-pega-pinta y vuelve a recortar. Y es que a Mora también le interesa el dibujo, como demuestra en una pieza aquí presentada que es una línea vertical infinita, dibujada/construída con pequeños lienzos de pintura envasada que la mantiene blanda y viva, sin dejarla secar.


Guillermo Mora sigue jugando y experimentando con la pintura –y con el lienzo, y con el bastidor.

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